Jugar debería sernos natural. De niños lo hacíamos instintivamente, no
precisábamos un curso para aprender a divertirnos; en cambio, para el adulto,
¿Qué hacer? se convierte en una pregunta angustiosa cuando deja sus ocupaciones
habituales.
Este tiempo libre, que Ortega y Gasset pediría se usara en el ocio creador,
para el adulto supone un gran esfuerzo conseguirlo.
Tanto esfuerzo se gasta en la competencia material, que al llegar el tiempo
libre, parece que el agotamiento hace presa del individuo, y un descanso
totalmente pasivo parece ser, al principio, lo más atrayente. Pero esta
alternativa se agota rápidamente, porque descansar supone actuar en algo
distinto de lo rutinario y cotidiano.
El ya citado Ortega y Gasset, uno de los filósofos más importantes del mundo
moderno, decía, en "la Caza y los Toros", que un marinero nunca es importante
en el barco, porque allí lo que tiene que cumplir es una función. Si es
descuidado, terminará haciendo zozobrar la nave, pereciendo él con ella. En el
mundo del navío, siempre podrá ser reemplazado por otro marinero. El marinero
cuenta como individuo único e insustituible en el puerto, porque ahí hace lo
que quiere, está libre, y puede desarrollar su personalidad. Esto no es tan
intrascendente como puede parecer a simple vista; precisamente, han sido las
actividades "de portus", de donde se deriva el deporte, una actividad
importante del ser humano en todas las civilizaciones.
Visto así, jugar es algo serio. Supone usar el tiempo que no se enajena para
la propia diversión, y con plena libertad. Es un tiempo muy valioso, fue ganado
con mucho esfuerzo, y no debe desperdiciarse. Hacerlo, sería menospreciar el
esfuerzo que costó lograrlo. Jugar implica volver a ser niño, dejar el mundo
del prestigio y de la retribución, para realizar una actividad cuya
gratificación está en ella misma.
Cuando el adulto juega sin la debida evaluación de sus motivaciones,
distorsiona la actividad, comienza a hacer del resultado una fuente de
prestigio, deja de jugar como un niño, y vuelve a ser un adulto que no sabe
descansar.
Una de las grandes contribuciones del Bridge es el ayudar a gozar el simple
hecho de jugar, a compartir con otra gente una actividad. Está muy divulgado y
recomendado el ejercicio físico, la gimnasia aeróbica, el caminar, el jogging,
etc. Son ya parte de la vida cotidiana. Para todos es claro que no se descansa
físicamente simplemente reposando, que el exigir al músculo una actividad es
sano y positivo.
En el plano mental, el Bridge cumple las mismas funciones que los aeróbicos.
Descanso porque salgo de mis actividades habituales: hago un esfuerzo
intelectual que, lejos de cansarme, me hace sentir más relajado y más alerta.
Cuando afirmamos que es un ejercicio intelectual, no estamos haciendo una
simple frase, procuramos señalar lo que el Bridge puede hacer en favor de su
memoria y su concentración.
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